¿Gasóleo caro o barato?
Hace poco leí un breve artículo en el periódico El País sobre la tantas veces discutida diferencia entre los dos tipos de gasóleo existentes actualmente en España, que si bien reciben pomposos nombres según el fabricante, todos conocemos popularmente como el “gasóleo barato” y el “gasóleo caro”. ¿Cuál es mejor? ¿De verdad compensa la diferencia de precio? Del 70% actual de vehículos diésel que ruedan por las carreteras españolas (según la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos), sólo un 10% (según Repsol y BP) reposta “gasóleo caro”, y a veces por errores más o menos fortuitos.
El principal punto en discusión es si de verdad hay ventajas, si da más potencia o permite hacer más kilómetros, pero lo cierto es que estos aspectos no están muy claros y de hecho nadie se pone de acuerdo en ello. Muchas veces son simples percepciones subjetivas y, cuando no lo son, dependen más del modelo de vehículo y, sobre todo, la tecnología del motor (actualmente coexisten tres tecnologías diésel muy diferentes: los modernos motores de inyección directa de altísima presión, los de inyección directa “convencional” y algunos de los más antiguos de inyección indirecta).
Lo único que sí parece claro es que los nuevos gasóleos presentan en general cuatro ligeras diferencias principales con los convencionales (por cierto, algunas de ellas compartidas con el biodiésel [que es otra opción diferente]):
- Reducen la corrosión y producción de residuos mediante agentes dispersadores de metales.
- Efectúan una cierta limpieza del circuito de inyección gracias a los agentes detergentes.
- Tienen elementos antiespumantes, lo que facilita el llenado del depósito sin tener que insistir con el surtidor.
- Mayor índice de cetano, que reduce el ruido típico de los motores diésel gracias a que facilita una combustión más suave.
Todo lo que sea mejorar el combustible me parece bien, lo que me preocupa es que si los consumidores bajamos la guardia las empresas petroleras aprovechen para tomarnos el pelo una vez más y vayan empeorando la opción barata para fomentar la compra de la cara, subiendo finalmente de facto el precio por el mismo combustible (si sólo existiera un tipo probablemente al final lo habrían terminado mejorando igual).
Esto es como lo de los cines: últimamente han tenido la idea genial (para ellos) de cobrar las butacas del centro de la sala como “butacas VIP”, a veces sólo por el mero hecho de estar centradas. Esto significa que, del mismo producto que vendían antes, es decir, de algo que no les ha costado absolutamente ningún coste adicional ofrecer, han conseguido que una serie de consumidores paguen más por ello y, lejos de protestar, lo hagan con la satisfacción y el orgullo de poder comprar “lo mejor de lo mejor”, lo cual a su vez es una cierta forma de publicidad que también les sale gratis…
Que cada uno elija su opción, pero que lo haga meditadamente.